Fiestón. Y, a la mañana siguiente, resacón. Katherine Rundell se levantó con 21 años recién cumplidos y un dolor de cabeza infernal. Pero, en vez de vegetar, su cerebro concibió un plan: se sentó a escribir. “Recuerdo que iba lenta, claro”, se reía…
Fiestón. Y, a la mañana siguiente, resacón. Katherine Rundell se levantó con 21 años recién cumplidos y un dolor de cabeza infernal. Pero, en vez de vegetar, su cerebro concibió un plan: se sentó a escribir. “Recuerdo que iba lenta, claro”, se reía…